La ilustración es inherente a mí desde que tengo uso de razón. Creo que me salvó de algo, aunque no sé muy bien de qué, todavía lo estoy trabajando con mi psicoanalista.

Disfruto con la creación de personajes y tengo inclinación por el detalle. Me dicen que solo estoy callada cuando dibujo. En mis creaciones verás un toque de humor, pero en la vida real soy melodramática.

Cuando hablo de familia, parafraseo aquello de Miguel de Cervantes: «En todas las casas cuecen habas; y en la mía calderadas» (El Quijote II 13). Somos tres hermanas, yo la mediana. En casa siempre destaqué por ser la primera en terminar el chocolate. Vengo de un matriarcado: mi madre enviudó cuando éramos niñas, así que mientras ella crecía profesionalmente, yo dibujaba en su ausencia. Cuando mi madre llegaba a casa se encontraba un taco de folios en su mesa, todos los días.